lunes, 10 de diciembre de 2007

Otra vez campeones... 4ª parte

En el verano del 2004 se disputó la eurocopa de naciones en el occidente europeo. Portugal acogió las 16 selecciones clasificadas para la fase final en una eurocopa que será recordada por muchos años. En el resumen de la UEFA lo titularon de una forma que lo resume alto y claro: EURO 2004: los modestos tienen su día.



Y es que el título fue a parar a una sorprendente Grecia, que partía 1/100 en las apuestas al comenzar el torneo y que muchos olvidaban se había clasificado primera de un grupo por delante de España (a la que ganó 0-1 en la Romareda) y dejando eliminada a la Ucrania de Rebrov y Shevchenko.



El destino hizo coincidir dentro del grupo A a los agerridos helenos junto al anfitrión Portugal y nuevamente a una España en horas bajas. Rusia completaba el grupo cor el cartel invitada de piedra, había entrado a la fase final por la puerta trasera al ser segunda tras una débil Suiza y en su equipo exprimían sus últimos días viejas glorias como Aleinichev o Mostovoi.

Al término de los dos primeros partidos ya había quedado claro el papel de los griegos. En la inauguración frente a Portugal hizo añicos los pronósticos y derrotó 1-2 a un sorprendido equipo luso que se encontró un plantel serio, experimentado y superlativamente ordenado. En el segundo partido Grecia confirmó que no venía de paseo y arrancó un punto frente a España quedando la clasificación en sus manos en una última jornada que tendría trágicas consecuencias para uno de los favoritos. España y Portugal se jugaban sus opciones en un duelo a muerte. Nuno Gomes adelantó en el marcador a los suyos, quedando España herida de muerte. Con 30 minutos para buscar su pase España se reveló como un equipo débil y timorato, incapaz de hilvanar jugadas y llevar peligro al arco de Ricardo. Justo triunfo de los anfitriones que les daba el pase a cuartos y se iban de la mano de unos griegos que daban la cruz al caer frente a una Rusia ya sin opciones. Portugal reunía un grupo de jugadores que mezclaba el oficio de su vieja guardia con Figo, Rui Costa y Fernando Couto junto a una generación talentosa con Deco, Simao y Carvalho. A estos se unía un barbilampiño Cristiano Ronaldo, llamado a estar entre los más grandes. Al timón de la nave todo un campeón mundial como Scolari para llevar a los anfitriones a lo más alto.



El grupo B no daba lugar a más sorpresas, y las favoritas Francia e Inglaterra se deshacían sin contratiempos de unas débiles Suiza y Croacia. En el primer partido los dos claros aspirantes al trono final se enfrentaron en el posiblemente mejor partido del campeonato. Con el equipo británico barriendo del campo a los galos el desenlace parecía claro cuando Lampard adelantaba a los suyos. Lo que no contaban los de las islas era que los grandes jugadores aparecen en las grandes ocasiones, y a un superior Zidane le bastaron tres minutos de descuento para voltear el marcador y dar la victoria a una Francia que había sido barrida del campo pero que desprendía la vieja magia de las campeonas. Ambas selecciones fiaban sus haciendas en los viejos talentos. Carentes de figuras emergentes llevaban el peso los Vieira, Zidane y Henry por los galos, así como Gerrard, Beckham, Scholes, Lampard y el imberbe Rooney como único puntal que carecía de la mayoría de edad futbolística. Mientras tanto un empate a cero entre Suiza y Croacia dejaba a ambos a la espera de dar una sorpresa nayúscula para dos equipos llamados a ser comparsas del grupo. Pese al punto que le araño Croacia a los franceses en la segunda jornada, el equipo liderado por Dado Prso se mostró incapaz ante los ingleses abandonando la eurocopa por la puerta trasera. Si la calidad de los balcánicos era insuficiente, la que exponía el país de los relojes y el chocolate no era precisamente ni precisa ni dulce. Amparados en un decepcionante Hakan Yakin y confiando en el prejubilado Chapuisat el resultado era previsible. Con Vonlanthen y Barnetta aun verdes la falta de calidad era desmesurada para un torneo de estas características.



En el C la todopoderosa Italia partía sin apenas oponentes de nivel dispuesta a colarse en los cuartos sin gran esfuerzo. Pese a la falta de jóvenes talentos presentaba como siempre un bloque con sumo oficio y fiaba sus armas en una guardia pretoriana con Nesta al frente y Buffon bajo palos. Arriba confiaba en la calidad de Totti y Del Piero, así como en el olfato depredador de un Vieri ya iniciando la cuesta abajo. Dirigidos por el maestro del catenaccio, el vetusto Trapattoni, parecía una combinación poco brillante pero de extrema efectividad. Frente a una Bulgaría que exibía ínfima calidad, pésimo orden y dirigida por un entrenador incapaz como el desconocido Markov, peleaban la segunda plaza dos selecciones escandinavas: Suecia y Dinamarca. Los suecos se presentaban a la cita con su nuevo talento Zlatan Ibrahimovic a la cabeza, ayudado por el olfato de Larsson y el sobrevalorado Ljunberg. Por contra sus vecinos exhibían un once muy ordenado con jugadores homogéneos y fiaban su destino al acierto goleador de Tomasson, de cuya inspiración era dependiente su equipo. No en vano el ex-jugador del Milán hizo tres de los cuatro goles de su equipo en el torneo. En un vibrante último partido del grupo ambas selecciones se enfrentaban tras haber arracando un punto ante italianos y doblegado a los bulgaros. Los cinco últimos minutos de ese grupo fueron de infarto, estando todo en el aire en ambos partidos. Suecia empató a los daneses en el minuto 90 cuando estos ya se veían en cuartos. Ahora contaban sus opciones en el partido que Italia, ya en el descuento, estaba empatando con Bulgaria. Como no podía ser de otra forma, los italianos consiguen doblegar a los bulgaros merced a un gol del díscolo Cassano en el minuto 94, que celebra con rabia creyendo dar el pase a los suyos, sin darse cuenta de su insuficiencia al producirse un triple empate en cabeza y poseer los transalpinos el peor promedio goleador, quedando así eliminados. Tras España caía otro favorito, el torneo se deslucía a la vez que ganaba en emoción.



El grupo D era denominado el de la muerte. En él habían caído los sorprendentes letones que de la mano del correoso Verpakovskis se había colado de refilón en el torneo. Su futuro era poco halagüeño al tener que enfrentarse a la República Checa que había reunido en torno a sus ilustres Nedved o Poborsky, a unos preparados Jankulovski, Rosicky o Baros, con Peter Cech bajo palos. Junto a estos se encontraban como favoritos del grupo la Holanda de Advocaat, que exprimía a veteranos como Kluivert, Cocu, Stam o Davids y les rodeaban grandes jugadores como Van Nistelrooy. La nueva generación tulipán pedía paso a gritos y gente como Van de Vaart, Robben o Sneijder hacían de los orange una selección temible. Alemania partía con Kahn en la meta y el supravalorado Ballack como eje central de un equipo falto de calidad en todas las líneas, pero que jugaba con la historia como gran aval en su candidatura, y por si fuera poco eran los actuales subcampeones del mundo y mantenían la endeble columna vertebral del equipo mundialista.
Pronto quedó demostrado que los germanos pedían savia nueva y la generación venidera era mediocre. Tras un empate digno frente a Holanda olvidaron sus opciones al dejarse arrancar un punto por la déb¡l Letonia en la segunda jornada.


Pese a todo, los checos con los tres puntos obtenidos in extremis frente a los letones, celebraban su pase al vencer a Holanda en un segundo partido épico, que a base de tesón y calidad habían conseguido levantar un tempranero 2-0 frente a los tulipanes. El inagotable Smicer cerró el 2-3 definitivo ya casi en el descuento para meter a los suyos en la siguiente ronda.


Alemania depende de sí misma en la última jornada. Necesita la victoria frente a un equipo checo que presentaba un once completo de reservas y con la primera plaza del grupo ya obtenida. Las aguas seguín su cauce cuando Ballack adelantaba a los germanos. Pero nadie podía esperar que once semidesconocidos checos fuesen capaces de voltear el marcador frente a los alemanes. Un omnipresente Marek Heinz condujo a los suyos a una nueva remontada dejando el pase en manos de una Holanda que con Van Nistelrooy al mando se deshacía del equipo letón con solvencia, alejando las dudas que sobre sí se cernían y dejando ver el inagotable olfato depredador de su ariete que había anotado en los tres partidos disputados y reunía cuatro muescas en su cinturón. Alemania contra pronóstico se queda fuera y los checos sorprenden con una espectacualr primera fase siendo la única selección en ganar todos sus partidos y además frente a rivales del máximo nivel.


La liguilla inicial que daba el pase a cuertos se cierra con una amplia criba de favoritos. Pero el torneo no se resiente en absoluto y no pioerde un solo ápice de emoción. La intriga se centra ahora en ver si continúan las sorpresas. Los temibles emparejamientos de cuartos parten con un favorito claro, salvo en la eliminatoria que ha de enfrentar a la anfitriona Portugal frente a una Inglaterra necesitada en recuperar el crédito perdido anteriormente.



Ya en cuartos la República Checa se deshace con suma facilidad de una débil Dinamarca, merced al inspirado día de su pareja atacante. El gigante Koller allana el camino hacia semifinales con su gol al comienzo de la segunda mitad del partido. Los daneses se la juegan a cara o cruz, y se vuelcan en busca de gloria. Pero un magnífico Milan Baros pone ley y orden para los suyos y en tres minutos mata las ilusiones rivales con dos goles consecutivos que daban justa muerte a Dinamarca. Los checos se metían en semifinales por la puerta grande, habiendo ganado todos sus partidos disputados y exhibiendo el mejor fútbol del campeonato.


En el partido más interesante de la ronda, los ingleses salen al campo dispuestos a hacerle un roto al anfitrión. Solamente necesitarían tres minutos para dar a conocer sus intenciones, cuando Michael Owen pone en ventaja a los británicos y silencia el estadio de la Luz lisboeta.

Pero los ingleses ceden metros ante los lusos que poco a poco cercan el arco de un inseguro James. El tiempo transcurre sin que Portugal encuentre el camino del gol y Scolari realiza su pequeña revolución dando entrada a Simao y Rui Costa. En un cambio que parecía un suicidio el técnico brasileño sienta al ídolo local Luis Figo para dar entrada a Postiga en busca de más mordiente, y Helder Postiga le devuelve la confianza a su entrenador con un tanto salvador cerca del final. Con empate a un gol se llega a la prórroga.

El tiempo extra enseña un exceso respeto entre ambos contrincantes hasta que en la segunda parte una genialidad de Rui Costa pone en ventaja a los lusos y hiere de gravedad a una Inglaterra, que ha visto caer lesionado a su delantero estrella Rooney cuando más le necesita en busca de un gol milagroso que la haga seguir viva. Con los británicos desangrándose aparece Lampard para poner la igualada en el marcador. Ambos equipos pagan el esfuerzo titánico realizado y se dejan llevar hasta la tanda de penaltys en busca de que la suerte les sonría.


En las penas máximas existe una igualdad absoluta hasta que el meta local Ricardo se erige en el protagonista inesperado al detener un penalty a Vassell y a continuación convertir el penalty decisivo. La anfitriona camina firme hacia el título.


En el partido que enfrentaba a Holanda y Suecia, los tulipanes se encontraron a un rival superior tácticamente, que con una defensa poblada buscaron el triunfo a base de contragolpes poco efectivos ante la meta del veterano Van der Sar. Mientras los suecos buscaban dar la sorpresa los holandeses ponían toda la carne en el asador y buscaban los goles con su clásico juego por los extremos. Para ello Advocaat había pegado a las líneas laterales al interista Van der Meyde en la derecha y a Robben en la izquierda, pero pagaban la gran dependencia de su delantero centro Van Nistelrooy, que no tenía su mejor día. Pese a buscar más definición con la entrada de Makaay, el marcador no se movió en un partido aburrido, no exento de emoción, que derivó en la suerte de los penaltys.






Esta vez Holanda, que tan cerca se había quedado en otras ocasiones por confiar en su suerte, certificó su pase a semifinales merced al fallo del central Mellberg, que aprovechó Robben para ganar sentenciar a los suecos con el penalty decisivo.



En el último partido de cuartos Francia salía al campo dispuesta a cumplir los pronósticos y dar pronto pasaporte a una infravalorada Grecia.



Cuando los galos se comenzaron a dar cuenta de estar frente a un equipo ordenado y confiado en sus posibilidades, ya iban con el marcador en contra. Charisteas había puesto en ventaja a un correoso equipo heleno y su entrenador, el general Otto Rehhagel, había conseguido llevar el partido al terreno táctico, en donde se sabía superior a su colega Santini, incapaz de encontrar soluciones al juego ordenado y laborioso de los griegos. El técnico galo decidió sacar toda su artillería y dejar su estilo ramplón demasiado tarde. Para cuando Wiltord, Pires y Trezeguet entraron al campo la suerte ya estaba echada, con un inconmensurable Zagorakis mordiendo a Zidane cada vez que este tocaba la pelota y un infranqueable Dellas demostrando su podería en todos los balones aéreos.


Con tanto oficio como beneficio Grecia obtiene su pase a semifinales y sorprende al mundo futbolístico con una exhibición de juego en equipo, algo nunca visto en estos torneos en que las selecciones acostumbran a mostrar sus mejores talentos sin ninguna conexión plural salvo las producidas por la naturaleza de encontrarse grandes jugadores en un mismo conjunto.




En semifinales se producen dos enfrentamientos que hacen saltar todas las apuestas. A estas alturas del torneo los máximos favoritos al título han caído con la excepción de Holanda. También el anfitrion, Portugal, contaba para los apostantes, mas eran pocos los que les daban más crédito que a las temibles Francia, Italia o Alemania. En la previa de la ronda no se anticipaba un favorito claro en ninguno de los dos encuentros. Por un lado la República Checa había ofrecido el mejor fútbol del campeonato y había conseguido doblegar a rivales de gran entidad para plantarse en semis con mucha solvencia, pero su rival, Grecia, ya había dejado de ser una sorpresa y todos desconfiaban esperando conocer hasta donde serían capaces de llegar.



Los checos se plantan en el campo con toda su artillería, y actúan con el gigante Koller en la punta de ataque para contrarrestar el dominio aéreo de la defensa helena. En compañía de Baros, buscaban la apertura huecos para la llegada de su poderosa segunda línea. Pero Grecia estaba dispuesta a demostrar el porque había llegado hasta allí, y se cerraban atras con solvencia a la espera de lanzar algún contragolpe, o decidir el partido en algún córner o falta lateral aprovechando su solvencia en el juago aéreo. Mientras, esperaban agazapados con su defensa zonal y un mediocampo totalmente de brega, relegando a sus hombres más técnicos al banquillo en espera de oportunidad. Los Tsartas y Nikolaidis veían el partido relegados por los hombres de contención que poblaban el círculo central heleno. De este modo Basinas y Zagorakis se encargan de controlar las llegadas de Nedved y Rosicky, ahogando la creación de los checos y destruyendo las llegadas y remates de segunda línea.


El partido deambula hasta la prórroga con el equipo más ofensivo del campeonato chocando constantemente contra el buen hacer de la defensa griega.


La paciencia helena da sus frutos y un gol de cabeza de su central Dellas, manda a la lona al más claro favorito al título a estas alturas. Su certero cabezazo en el último minuto de la primera parte de la prórroga dejó a un desquiciado equipo checo sin tiempo para revanchas, que ve como con un gol de plata el partido se acaba para ellos y dicen adiós al torneo. Grecia salta la banca de apuestas al convertirse por primera vez en su historia finalista de la competición.




Con Grecia en la final todas las miradas se concentraban en ver quien la acompañaría. A priori el favorito no estaba claro, ya que se encontraban dos equipos muy parecidos que destacaban por su juego con extremos muy poderosos. La batalla en el centro del campo se presumía terrorífica, y todos los ojos se centraban en el juego por bandas. Enfrente se encontraban los mejores extremos del mundo. Por un lado Portugal reunía el talento y la imaginación de su nuevo chico prodigio Cristiano Ronaldo que cambiaba su banda frecuentemente con el consagrado Luis Figo. Enfrente la velocidad de Overmars y el descaro de su joven estrella Arjen Robben, más estáticos estos pero no menos efectivos. La batalla en el centro del campo decidiría el choque y los tulipanes acudían al choque con la calidad y experiencia de Davids, Cocu y Seedorf frente al mediocampo que dio el título de campeón de Europa al Oporto de José Mourinho: Maniche, Costinha y Deco. No tardó demasiado la selección portuguesa en hacer uso de su calidad y a los 25 minutos un remate de C.Ronaldo ponía en ventaja a los lusos.


En la segunda parte ante la desventaja en el marcador Advocaat mueve ficha y se lanza a por el empate renunciando al central Bouma para dar más llegada con el medio ofensivo Van der Vaart. No tardó Maniche en aprovecharse de la debilidad de la zaga holandesa, para, dos minutos más tarde, poner el dos a cero en el marcador. Con todo perdido Holanda se beneficia de un autogol para reducir distancias en el marcador y ponerse a tiro con casi media hora por delante. El seleccionador holandés comete el imperdonable error de renunciar a los extremos para poblar el centro del ataque con tres puntas rematadores, pero poco creadores. Con Van Nistelrooy, Van Hooijdonk y Maakay estorbándose en la delantera adolecían de jugadores que creasen opciones de remate y Portugal en carencia de un nueve de nivel contragolpeaba con mucho peligro pero falto de puntería. Con la sensación de haber tirado su oportunidad Holanda cierra el torneo y deja paso a la final a la brillante anfitriona, que demostró más claridad de ideas y fiel a su concepto de juego se medirá a Grecia en la gran final. Con un resultado ajustado dio la impresión de la que la batalla táctica se saldó con una goleada de Scolari.


En la antesala de lo más alto, Grecia se encuentra con todo en su contra. Enfrente un equipo con toda la afición a su favor, reunían además los mejores extremos del mundo y partían con la vitola de favoritos. Pero los números no cuadraban en cuanto se analizaba el camino de ambos equipos. Se enfrentaba una Grecia especialmente sólida en su eje defensivo frente a un equipo que adolecía de la falta de un delantero centro de primer nivel. Además la virtud helena en el juego aéreo era mal contrarrestada por la zaga portuguesa, si bien sus dos centrales eran rápidos y precisos en la anticipación y el manejo del cuero, su punto flaco residía en el juego aéreo. A pesar de contar ambos con un buen salto la escasa estatura de Andrade y Carvalho no conseguía interceptar a las torres helenas, y su portero Ricardo destacaba por sus reflejos felinos tanto como adolecía de contundencia en las salidas por alto.



Hizo falta poco tiempo para comprobar como los griegos, una vez más, llevaban el partido a su terreno. Nuevamente se basaban en una sólida defensa y mediocampo totalmente defensivo en espera de su oportunidad en los balones aéreos. Rehhaggel sabía que habían llegado hasta la final con esa idea clara y enfrente tenía el equipo que mejor le venía para su vetusta pero eficaz táctica.



En el minuto 56 Charisteas cumplía a la perfección el guión escrito por su entrenador. Con una salida en falso del meta luso el delantero no desperdició la ocasión para poner por delante a su equipo. Como en las mejores películas el partido transcurría matemáticamente diseñado con planteamiento y nudo perfecto. Ahora solo quedaba el desenlace. Nadar y guardar la ropa que dicen los castizos. Y en eso Grecia era perfecta. Portugal era arrastrada por la necesidad que impone el ser favorito y con la presión de jugar en casa. Scolari ve como su equipo se centra en la llegada directa al marco contrario y en una decisión inteligente aboga por dar más creación al mediocampo luso con la entrada de Rui Costa, pero tenía demasiados elementos en contra. Las prisas terminaron por ahogar al conjunto portugués que veía como sus intentos eran más atropellados que concisos. Para colmo de males en plena avalancha portuguesa en busca del marco de un desconocido Nikopolidis, el partido es interrumpido por un espontáneo que, ataviado con la vestimenta del FC. Barcelona, salta al campo y le tira una bufanda del club español en la cara de Luis Figo. Con cinco minutos para el final, y el equipo luso falto de imaginación, claridad y de ritmo ve como el germano Merk señala el final del partido que da el título a una sorprendente Grecia.


Portugal rompe en llanto mientras los helenos demuestran al mundo que un buen bloque siempre es superior a cualquier suma de un conjunto de individualidades.

Los modestos tiene su día.



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